viernes, 20 de marzo de 2015

Un descenso para la Historia: Sancho IV de Pamplona

¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¡NO! Son Sancho Garcés IV de Pamplona y su caballo que acaban de dejarse los piños (literalmente) contra el fondo del barranco de Peñalén. Ah. Y ese que está arriba, mirándolo todo con una sonrisa más grande que la del Joker, es su hermano Ramón quién, amablemente, le ha dado el empujoncito decisivo para que se decida a estudiar la geología de esa parte de Navarra sin necesidad de usar un microscopio para ver las piedras de cerca.
Bienvenidos al barranco de Peñalén. Por favor,
no saltar sin los medios adecuados. O mejor, no saltar.
Vale, vale. Ya sé que me he adelantado… ¿Quién es este señor y cómo narices ha acabado haciéndose la cirugía estética contra las piedras?
Sancho Garcés IV fue rey de Pamplona más o menos entre 1054 y 1076. Se calzó la corona por primera vez con 14 añitos y no tardó nada en hacer lo mismo que todos sus vecinos: dar mal.
Así de primeras, se vino a hacer turismo bélico al reino musulmán (o taifa que viene siendo lo mismo) de Zaragoza, donde vivía tan ricamente su rey Al – Muqtadir. Como allí pasaron de él, fue corriendo a buscar a su tío Ramiro I, el rey de Aragón, y juntos se pusieron a dar por el saco hasta que al final el rey de la taifa se sometió y les acabó pagando para que le dejaran en paz.
También tuvo tiempo de meterse en la Guerra de los Tres Sanchos, que se llama así porque Sancho II de Castilla, Sancho Ramírez de Aragón y nuestro querido amigo, se pegaron bofetadas a lo bestia para que al final no ganara ninguno (sí, dos fantásticos años de hostias como panes y todos se van por donde han venido como si no hubiera pasado nada).
En resumen, guerras por aquí, guerras por allá… Pero, ¿cómo acabó Sancho IV de Pamplona convertido en carne para los buitres? Básicamente, porque tenía más problemas para controlar la ira que el Increíble Hulk. Cuando se cabreaba, solía pagarlo con el primer desgraciado que pasaba por allí que, normalmente, terminaba haciendo un viaje sin retorno al otro barrio. Si a eso le sumáis que le gustaba el dinero más que a un tonto un lápiz, pues ahí tenéis los ingredientes perfectos para una conspiración bien hermosa.
Sus amados hermanitos y unos cuantos nobles pamploneses decidieron llevárselo por ahí de caza. Cuando estaban por la zona de Funes, su hermano Ramón consiguió que se acercara al borde del barranco y le dio el empujón que le convirtió en el primer barranquista real de la casa de Pamplona.
Aquí os dejo un pequeño fragmento de una hipotética conversación:
Ramón: ¡Sancho! ¡Sancho! ¿Puedes venir? Creo que se me han caído las lentillas y no las encuentro.
Sancho: Agh. Ya voy… ¿Y por dónde dices  que se te han caído?
Ramón: Por esa zona. Cerca del borde del barranco. Acércate a ver si las encuentras…
Sancho: Un momento… ¡Las lentillas todavía no se han inventado!
Ramón: (sonríe) ¡Feliz aterrizaje! ¡Recuerdos a las piedras del fondo!

Y así es como Sancho Garcés IV de Pamplona, conocido durante toda su vida como “El Noble”, pasó a la historia (nunca mejor dicho) como “El de Peñalén”, ganándose el recochineo eterno por parte de los que le estudiaron después.

Imagen extraída de: https://patxiolite.files.wordpress.com/2008/10/penalen-12.jpg 

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